lunes, 4 de octubre de 2010

Grigori Perelman, el matemático ruso


Rusia es el país más extenso del mundo.
Superficie: 17.075.400 kilómetros  cuadrados. 
 Capital: Moscú. 
Forma de gobierno: República federal democrática semipresidencialista 
Presidente: Dimitri Medvédev 
Primer ministro: Vladimi Putin
Población total: 141.800.000
Idiomas oficiales: Ruso
Moneda: Rublo


Grigori Iakovlevitch Perelman es un matemático ruso, nació el 13 de junio de 1966 en Leningrado. Entró en el mundo de las matemáticas muy temprano. De hecho, su madre, Lubov, era una matemática famosa y su maestro, Garold Natanson, le otorgó un puesto en el Instituto Herzen, lo que era un honor dado que era una mujer y además era judía. No hay que olvidar que en esa época, Rusia era un estado antisemita. Sin embargo, Lubov rechazó la oferta, asegurando que como acababa de casarse, quería fundar una familia.
Diez años más tarde, Lubov se entrevió con su maestro, diciéndole que su hijo era dotado para las matemáticas porque había ganado un concurso del barrio donde vivían y ella quería saber lo que podía hacer para que él desarrollara sus competencias. Natanson llamó a Serguéi Rukshín, encargado de preparar a niños. Grigori integró el círculo de matemáticas en el Palacio de Pioneros de Leningrado.
Estos centros de élite cuentan con numerosos círculos para niños: de matemáticas, de ajedrez, de música… Cuando Grigori llegó al Palacio, ya tocaba el violín. Pero, Rukshín le dijo que se mejoraría más, si se dedicaba a una sola disciplina. Entonces, Grigori dejó el violín y se concentró en las matemáticas. Así llegó a ser el mejor alumno. Cuando cumplió 14 años, el maestro Rukshín empezó a darle clases intensivas de inglés para permitir a Grigori de ingresar en la Escuela Número 239, un colegio especializado en física y matemáticas. Siguió su carrera, siendo protegido del mundo exterior por la gente que le rodeaba, y después entró en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Leningrado, que aceptaba solamente a dos judíos al año, gracias a su medalla de oro en las Olimpiadas de Budapest en 1982. 
Perelman se graduó, obtuvo su doctorado y recibió becas para enseñar en el extranjero. Se convertió en el mejor geómetra del mundo. Siguió viviendo aislado e ignorando lo que ocurría en el mundo exterior. Rechazó dos propuestas de trabajo, una en la Univsersidad de Princeton y otra en la de Tel Aviv. Empezó a rechazar los premios y a aislarse de la comunidad científica, dejó de contestar a los correos electrónicos… En secreto, se interesó en la conjetura de Poincaré y en 2002, colgó en Internet su trabajo sobre la conjetura. The New York Times redactó un artículo diciendo que había realizado esa prueba para ganar el millón de dólares ofrecido por el Instituto Clay. De hecho, el Instituto decidió otorgar un premio a las personas que podrían resolver los siete problemas del milenio y la conjetura de Poincaré formaba parte de esos problemas. Pero, Perelman había empezado a trabajar sobre ese proyecto antes de que el Instituto determinara los  problemas y además no estaba interesado por el dinero. Algunos matemáticos intentaron robarle el mérito. Por todas estas razones, el ruso, decepcionado de descubrir el verdadero mundo, es decir un mundo opuesto al de matemáticas en el que todo es justo y recto,  rechazó el premio y el dinero. 
Hoy, vive con su madre en un barrio en el sur de San Petersburgo en la precariedad. 

2 comentarios:

  1. Jean-Paul Sarte rechazó el premio Nobel de la literatura en 1964 porque según el, ningún hombre puede ser recompensado mientras viva. ¿Entendéis las personas que rechazan un premio por sus convicciones? ¿Podríais actuar de la misma manera?

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  2. No estoy de acuerdo con Sartre. Para mi, un galardón debe animar a la gente, darle ganas de seguir y de mejorar su trabajo e inspirar a los demás. Cuando un artista o un científico muere, se puede reconocer la importancia de su obra y la huella que deja sobre nuestra cultura para que no olvidemos lo que nos dejo como herencia. Sin embargo, un muerto, premiado o no, ya no crea nada y pertenece al pasado, aunque su obra siga viva en la actualidad. Puedo entender que uno rechace un premio por modestia y respeto mucho a los que adoptan esta posición, pero también pienso que es una buena oportunidad para dar a conocer su trabajo y animar a otros, entonces no sé si rechazaría una recompensa. ¡Te comunicaré mi reacción cuando reciba un premio Nobel! ;-)

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